lunes, 21 de enero de 2008

El psicólogo Julio Bronchal apoya el acuerdo alcanzado entre la Asoc. Catalana de Padres Separados con el Centro Democrático y Social

Se aproxima la fecha de las próximas elecciones generales y con ello los distintos partidos políticos levantan las persianas de sus escaparates electorales. A través de las vitrinas de la propaganda se nos ofrecerá variada mercancía envuelta en el celofán de lo políticamente correcto –híbrido entre la santurronería y la idiotez colectiva- flotando en el almibar del márketing electoral. También cataplasmas para problemas inventados por una ociosa burocracia siempre presta y afanosa por justificarse y sobrevivir, aun a costa de ignorar y ocultar los verdaderos problemas de la gente. Y así, toda promesa, proyecto o proclama que pueda seducir a las distintas franjas y segmentos de un electorado cada vez más escéptico, indolente y desilusionado por el abismo abierto entre su día a día y el discurso político, podrá hallarse en los programas y discursos electorales de los principales partidos y candidatos. Sin embargo, echaremos a faltar el coraje político –rara avis in terra- y las propuestas para afrontar uno de los problemas más graves que tiene planteada la sociedad y la democracia española: la sistemática violación de los Derechos Humanos de cientos y cientos de miles de niños y niñas, y de cientos y cientos de miles de hombres y mujeres, cuyas vidas han quedado devastadas por la brutal aplicación de las delirantes polìticas de género, según las cuales de lo que se trata es de dar ventaja a todo lo relacionado o protagonizado por la mujer (avasallando incluso a las propias mujeres, eso no importa) y de disminuir y atropellar, sañudamente, todo lo que se encarne o provenga del hombre. Estas políticas de género emergen sangrantes, por un lado, en la repugnancia de todo un sistema político y judicial a que los niños y niñas de este país, tras el divorcio, sigan conservando en sus vidas a su padre y a su madre. Procuran, por el contrario, para buena parte de toda una generación infantil, una situación de injustificada orfandad, al arrancarles de su lado a uno de sus dos padres, normalmente el padre varón y con él a toda su familia extensa. Por otro lado, las políticas de género, tienen una aterradora expresión, en la discriminación negativa, marginación y pérdida de derechos de los ciudadanos en función del código genético del que son portadores: albergar los cromosomas XY, en la España actual -en el plano de la seguridad jurídica- es el equivalente a pasearse por el Berlín nacional-socialista con la Estrella de David cosida en la solapa de la chaqueta. La máxima expresión de esta peligrosa deriva la constituye la fracasada, pero vigente, Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género (engendro totalitario que ha creado más problemas que ha resuelto) a través de la cual han retornado a nuestro país los tribunales de excepción, se han negado derechos constitucionales básicos como el de igualdad ante la Ley y la presunción de inocencia, se ha estimulado el paseillo por los calabozos españoles de cientos de miles de inocentes al compás de las falsas denuncias de maltrato, se ha pretendido ideologizar a jueces y magistrados con catecismos de género y se ha favorecido la sustitución de la justicia democrática por la “justicia de autor”, según la cual el mismo acto deberá ser juzgado de manera distinta en función de quien lo perpetra. Por mucho que los principales medios de comunicación intenten ignorar, ocultar o deformar esta dramática realidad, su vano empeño no es más que intentar tapar el sol con el dedo. Ya son demasiadas, y demasiado cercanas, las injusticias, abusos y tropelías cometidas como para no despertar a una ciudadanía sensata que sí se preocupa por el futuro de sus hijos, por la preservación de las conquistas y derechos democráticos y que se indigna unánimemente ante la injusticia y la condena de la persona inocente, sea hombre o sea mujer. Frente a este inquietante panorama, el voto de los hombres y mujeres comprometidos con sus hijos y su futuro, y vigilantes frente a las amenazas totalitarias contra los valores democráticos, debería dirigirse consecuentemente hacia las candidaturas electorales que apuesten, con decisión y claridad, por la Custodia Compartida, garantía de futuro para nuestros hijos, y por la derogación de la Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género, extirpación quirúrjica de un tumor totalitario que amenaza de metástasis a toda una sociedad democrática. Matemática pura: el voto canalizado de las familias que han sufrido el alejamiento de sus niños por estas crueles políticas, y el de los inocentes y potenciales víctimas de las falsas denuncias por maltrato y la segregación familiar, dan más que suficiente para conformar un importante y decisivo grupo parlamentario. Así de extensas han sido estas inhumanas políticas sociales. Así de rotunda debe ser la respuesta. Este colectivo, antes que nada, debe tomar conciencia de su enorme poder electoral y obrar en consecuencia. Hará bien en considerar si hay tarea más urgente y necesaria que la recuperación de sus hijos, nietos y sobrinos y de su propia dignidad y seguridad personal. De entre las escasas opciones electorales que valientemente recogen estas demandas sociales, destaca por mérito propio la de las históricas y serenas siglas del C.D.S. -Centro Democrático y Social- que se ha adelantado a la hora de afirmar su compromiso con la Custodia Compartida y la radical revisión de la Ley de Proteccion Integral contra la Violencia de Genero, y otras normas antidemocráticas y discriminatorias, y su sustitución por medidas realmente efectivas e inspiradas por principios igualitarios. Custodia Compartida y derogación de la Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género, dos propuestas para separar el trigo de la paja electoral, remedio contra los cantos de sirena de la verborrea partidaria y afirmación de un compromiso con nuestros hijos, la infancia en general y los valores y principios democráticos. En su Ensayo sobre la Ceguera, Saramago reflexionaba sobre la responsabilidad de aquellos que ven y son conscientes, sobre los que están privados de estas facultades. Quizá sea hora también de administrar nuestro voto considerando a aquellos a los que no se les permite votar: todos los niños y niñas de este país. Julio Bronchal.- Psicólogo. http://www.secuestro-emocional.org/

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