miércoles, 22 de octubre de 2008

El maltrato de Javi

Conozco a Javier desde siempre, pero ya no lo reconozco. Hoy cumple 51 días sin ver a su hija de tres años porque su ex mujer no le deja. El fracaso de su relación ha degenerado en una maraña emocional y judicial. Javi ha perdido el empleo y el empuje que le había permitido triunfar en la vida y en el trabajo. Sonríe menos y, cuando lo hace, es evidente que intenta confortarnos a los que estamos cerca, preocupados pese a que somos incapaces de saber hasta qué punto está hundido. Su ánimo no tiene consuelo, sufre maltrato. Deambula sin órbita fija en el universo de los desastres judiciales, porque la custodia compartida es una quimera y los jueces redactan las sentencias de divorcio con la brocha gorda de la aplicación de la fórmula general: los hijos están mejor con la madre. Un día de estos, cuando su señoría tenga a bien, se fijarán unos parámetros iniciales de visita a la espera de que se celebre el juicio de separación. Mientras tanto tendrá que esperar para ver a su hija, desamparado por una fiscal que en la causa preliminar recriminó la actitud de la madre de impedir el contacto padre-hija sin ningún motivo, pero que, aún así, recomendó que ella tenga la custodia. Su petición de compartir las tareas de paternidad quedó, al parecer, anotada en el margen del papel timbrado que firmará un día de estos el juez que vela por la niña y, sin embargo, le hurta el derecho a ver a su aita. Y sus allegados asistimos atónitos al desfile de despropósitos jurídicos que permite que el rencor de una mala madre emponzoñe la vida de un padre y su hija.
asier diez mon

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