martes, 17 de marzo de 2009

Aído, ministra «madrastra»

Al final, la «igualdad» era esto. Ahora que ya es un año menos joven que cuando irrumpió en el Gobierno, Bibiana Aído ha acreditado que quien pareció entonces mera beneficiaria de un Ministerio «cosmético» y vacío de contenido, volátil pócima del alquimista Zapatero, ha resultado sustancia altamente inflamable, específicamente programada para incendiar la convivencia con el «aborto de plazos».
Una vuelta más de tuerca en ese «progresismo social» que convirtió en ministro de Sanidad a Bernat Soria (el que azuzó las células madre embrionarias contra el PP), pasa ahora por el aborto libre, y desembocará en la eutanasia. Si no, al tiempo. Mientras, en La Moncloa se conforman con que «Bibi» ponga en marcha una maquinaria implacable y sin vuelta atrás, en nombre de la «libertad de las mujeres». Con talla política o sin ella, pues la solvencia de los miembros y miembras de este Ejecutivo parece que la miden en Moncloa por su capacidad para mostrarse simpáticos (o simpáticas) en los programas del «follonero».

Sin demanda social.- Sin que existiera inquietud social al respecto (salvo la generada por ese deprimente velero holandés jaleado por Pilar Bardem que fondeó en España para promover la liquidación de embriones en aguas internacionales), José Luis Rodríguez Zapatero no ha desistido en sus designios de «ampliación de derechos» en sintonía con los postulados del plúmbeo politólogo canadiense Philip Pettit, inspirador de su «republicanismo cívico». Como una apisonadora, Aído diseñó un «comité de expertos» a la medida de lo que ya estaba sentenciado (ley de plazos sí o sí) y promovió una subcomisión parlamentaria «blindada» por el apoyo de PSOE, IU, ERC e ICV. Una «pinza» ante la que la diputada del PP Sandra Moneo tuvo que formular el diagnóstico de la oposición: «La ministra quiere justificar su nombramiento al frente de Igualdad con su dedicación a la Ley del Aborto». Y frente a la aseveración del Partido Popular de que «el aborto es siempre un fracaso», la promotora del desaguisado aduce que trata de evitar que las afectadas y los profesionales que los practican se sientan perseguidos, desde una perspectiva ferozmente unilateral que ignora los derechos constitucionalmente protegidos del embrión o feto. También se escuda Aído en que en 2007 hubo un 10 por ciento más de las eufemísticas «interrupciones del embarazo» y que por ese motivo hay que cambiar la legislación, sin que haya sabido explicar en condiciones en qué basa la suposición, implícita, de que una ley más permisiva reducirá esa sangría.
Bagaje triste y pobre.- El resultado es en todo caso desesperanzador: sin atisbo de consenso social se ha pergeñado a patadas, en apenas unos meses, una ley de aborto libre hasta las catorce semanas y permitido hasta las 22 en caso de que peligre la salud de la madre o de que el feto presente graves anomalías. Además propone que las jóvenes (o «jóvenas», que diría Carmen Romero) puedan abortar sin el consentimiento ni el conocimiento paterno. Cuestión a la que se oponen y mañana lo anunciarán en una duro manifiesto más de 300 intelectuales y científicos Por lo demás, la ejecutoria de la ministra de Igualdad se ha limitado al énfasis público en la importancia de la Ley de Violencia de Género (que en última instancia será más efectiva por un refuerzo judicial y policial que compete a otros departamentos), a vacías proclamas sobre la paridad en la esferas pública y privada, a una videoconferencia con Nicole Kidman y al anuncio de creación de un «teléfono de maltratadores», ocurrencia recibida con un chaparrón inmisericorde.
Militante casi desde niña.- Aído no acumula ni más ni menos méritos para formar parte del Ejecutivo que los derivados de los engranajes de la militancia fiel y disciplinada: su padre, Francisco Aído, es un histórico del socialismo gaditano (fue el primer alcalde democrático de Alcalá de los Gazules) y ella, precoz, fundó a los quince años las Juventudes Socialistas de esa localidad. Una licenciatura en Gestión y Administración de Empresas por la Universidad de Cádiz y un máster en Newcastle son su bagaje académico, apenas aplicado en una mínima experiencia laboral (un breve lapso en Unicaja, Iturri y Caja San Fernando), pero recompensado por los sucesivos cargos públicos que se le han ido dando, desde el de delegada de Cultura de la Junta de Andalucía en Cádiz al de directora de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco, el que ocupaba cuando Zapatero la llamó desde Moncloa. Al parecer, se benefició de varias «carambolas», entre ellas la de gozar de las simpatías de Felipe González y de Manuel Chaves y la de que -dicen- al poderoso «clan» socialista gaditano de Alcalá se le debía una recompensa política. Todo ello aderezado por su juventud y su idoneidad «paritaria». Desde su nombramiento, Aído apuntala el sesgado y beligerante feminismo de José Luis Rodríguez Zapatero, quien recientemente ha proclamado: «No queremos que en España pueda haber ninguna mujer injustamente incriminada, humillada o simplemente insegura cuando desea interrumpir su embarazo». Lo dijo cuando presidió el acto institucional organizado por el Gobierno con motivo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Sólo cuatro días después, el jefe del Ejecutivo no encontró hueco para asistir a ninguno de los homenajes a las víctimas con los que se conmemoró el 11-M.
BLANCA TORQUEMADA MADRID

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