jueves, 1 de octubre de 2009

Qué poco significan las palabras

Hay un viejo chiste de esos que pasan en un bar. Un cliente que acaba de pedir un café hace una pregunta al camarero: "¿Tiene sacarina?". Tras la respuesta afirmativa, el hombre dice: "Pues ponme Las flechas del amor, tío". Evidentemente, ¿tiene sacarina? suena igual que ¿tienes a Karina? y de ahí viene el despelote. Visto lo que pasa en el Gobierno central con asuntos muy graves, conviene recordar lo que Karina decía en otra canción: "¡Qué poco significan las palabras, uh-uh!". Era el principio de una estrofa de El baúl de los recuerdos, otro hit de la cantante.
Ahora mismo el Ministerio de Igualdad acaba de negar la existencia del Síndrome de Alienación Parental (S. A. P. para los amigos) y entra dentro de un juego absurdo de implicaciones legales, sociales, morales y políticas de alto riesgo. Estamos hablando de la manipulación de menores por parte de progenitores, casi siempre custodios, que predisponen a sus hijos en contra del otro progenitor. Tanto si se le llama S. A. P. como si se le llama patachintroleniscundia, el hecho existe y es un delito grave en tanto en cuanto estamos hablando de maltrato psicológico de menores indefensos en el ámbito familiar. La única implicación de género que tiene esta cuestión es que la custodia la ejercen, en un 90% de los casos de divorcio, las mujeres. Pero es una aberración cometida por igual por los dos géneros humanos conocidos hasta ahora. El presidente Zapatero contestaba el 28 de mayo de 2008 a una madre desesperada agradeciendo el envío del libro de José Manuel Aguilar, que puso nombre a lo de siempre, que es como se le llama al S. A. P. en el Punto de Encuentro Familiar Aloumiño de Vigo. El presidente ha debido de olvidar la lectura de ese libro esclarecedor y recomendable para todo tipo de adultos españoles que tengan menores cerca. Ahora su Ministerio de Igualdad apoya la publicación de un libro que niega la existencia del S. A. P. sin cortarse un pelo. El Juez de Familia de Sevilla Francisco Serrano ha enviado un comunicado a la agencia EFE denunciando esta toma de postura. Si el Gobierno no contesta abriendo un debate público y serio, estará apoyando a un sector antidemocrático y demagógico que pretende perpetuar este tipo de maltrato.
Y decimos antidemocrático como podríamos decir antifeminista. Las víctimas de la manipulación de menores -que ampara de forma salvaje el incumplimiento del régimen de visitas, por ejemplo- son también abuelas, tías, amigas o esposas. El entorno del progenitor alienado también es una víctima, independientemente de su sexo. El desprecio por parte de los jueces de familia, de los puntos de encuentro y de los gabinetes psicosociales, de un asunto tan serio es una cuestión política de mucho calado. Si hasta ahora han sido blandos, a partir de este momento están colaborando necesariamente para que se consolide el divorcio como un castigo y no como un derecho. Es así, además, que el aislamiento de los progenitores no custodios, en lo legal y en lo social, se convierte en un drama personal cuando es, claramente, esa cuestión política de la que se hablaba más arriba.
Tiene el Estado Español (Constitución en mano) una oportunidad única con las autonomías. Parte de las transferencias de poder conciernen a lo familiar. La Xunta de Galicia está obligada, por razones éticas y políticas, a intervenir. Si no lo hizo con el gobierno de Fraga ni con el bipartito del PSOE y el BNG, debe hacerlo ahora con la mayoría absoluta del Partido Popular. Cualquier partido político -ya sea de derechas o de izquierdas, nacionalista o españolista- tiene necesariamente que incluir en su programa electoral una posición clara sobre la familia. Cualquier disimulo será considerado un escaqueo y puede ser castigado con las collejas y la abstención. Si las palabras significan poco para nuestros gobernantes, al menos podremos tener derecho a la patada en el culo, actividad sana donde las haya. Que lo sepan: hay ciudadanos gallegos en la cárcel por intentar ver a sus hijos víctimas de este tipo de manipulación. Desde ya, la más estúpida de las guerras ha comenzado. ¡Uh-uh...!
JULIÁN HERNÁNDEZ

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