lunes, 10 de diciembre de 2007

El padre de tus hijos

(...) No hace falta que nadie me explique lo fácil que es dejarse llevar de la ira, de la rabia, de la frustración y de los sentimientos heridos cuando sufrimos una ruptura amorosa , porque lo he vivido en mis propias carnes, y sé que a veces el disgusto es tan profundo que casi sentimos la furia en el estómago, amenazando con subir al esófago como una corriente de lava y hacernos vomitar. Sobre todo si la persona que nos ha herido ha estado tan cerca de nosotros como para que sea la única capaz de tocar los resortes más ocultos y de activar los mecanismos más protegidos. El odio es la otra cara de la moneda del amor y, como decía Oscar Wilde, el hombre siempre hiere a lo que ama, así que cuanto más cercana ha estado una persona más fácil es que nos hiera profundamente y más fácil, por lo tanto, que consiga que la odiemos con coraje carnicero. No voy a entrar aquí en la cuestión de si la venganza es legítima o de si debemos ser cristianos y ofrecer la otra mejilla. Lo que sí quiero dejar clarísimo es que cuando hay hijos de por medio, como es el caso de La Esteban, habría que ventilar lo menos posible las diferencias personales, porque los niños no tienen por qué verse de pronto en medio de una guerra de trincheras. Y desde luego no deberían nunca ser utilizados como arma arrojadiza. Cuantos niños hemos visto que, tras la separación de sus padres, empiezan a llorar o a tener rabietas, dejan de comer, se muestran agresivos… Los niños no son adultos, no verbalizan las cosas como nosotros. No son capaces de explicar sus sentimientos de frustración, ira y culpabilidad si ellos mismos están confusos. Pero todos, incluso los muy pequeños, perciben de manera muy certera lo que ocurre a su alrededor aunque no puedan organizar claramente los hechos sucedidos. Pensemos en cuántas veces nosotros mismos no nos aclaramos con nuestros propios sentimientos, y ahora detengámosnos a pensar cómo podríamos bregar con una situación tan enrevesada si tuviéramos cuatro, seis e incluso ocho años. Lucia Etxebarria (artículo publicado ayer en el Magazine de La Vanguardia) http://www.lucia-etxebarria.com/diario/?p=538

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