Así de tajante se mostró la juez María Sanahuja en el año 2004: “Si queremos superar el modelo de la caverna –él caza, ella se ocupa de la prole–, crecer profesionalmente y enriquecer a nuestros hijos, la custodia compartida tiene que ser nuestro modelo”. Por aquel entonces, Sanahuja declaró que gracias a esta forma jurídica había logrado asumir el Juzgado Decano de Barcelona. Ese mismo año se realizó la reforma de la Ley de divorcio que contemplaba, entre otras cosas, la custodia compartida. Ahora, más de tres años después de su entrada en vigor, hay muchas peticiones, muchas limitaciones y ninguna estadística.
Pese a la ausencia de cifras, que esta posibilidad aparezca en la ley ha incrementado las reclamaciones por parte de los padres, afirma Luis Zarraluqui Sánchez-Eznarriaga, presidente de uno de los bufetes más prestigiosos de España en Derecho de Familia. “Ahora es raro el hombre que no lo plantea. Aunque no muchos la consiguen”, explica. Jueces por fiscalesLa ley limita la facultad de los jueces para otorgar este tipo de custodia, porque exige la aprobación del fiscal. “Es improcedente. No se puede dar a los fiscales la posibilidad de cerrar la puerta a una alternativa que tiene el juez”, opina Zarraluqui. “Su misión es defender al menor, pero cuando llegan al juicio ni lo conocen ni han oído su opinión. Así, la mayoría de las veces, hacen peticiones o se oponen a las de otros con un criterio puramente generalista”, concluye. Cuando hay mutuo acuerdo es más sencillo conseguir la custodia compartida, aunque, incluso así puede ser rechazada. En casos contenciosos, sin embargo, no se suele conceder. Con las peticiones no conseguidas resonando más que las que sí lo son, el balance de Marisa Sacristán, presidenta de la Asociación para la Protección del Menor (Aprome), es que la ley ha sido positiva, aunque no ha tenido logros inmediatos. Asegura que la nueva normativa está contribuyendo a un cambio de mentalidad. Las parejas empiezan a asimilar ideológicamente, dice Sacristán, que ambos deben seguir ejerciendo su responsabilidad hacia los hijos y que la convivencia con ellos debe ser equilibrada. “Antes, como las separaciones se hacían atribuyendo la culpa a uno, lo que a veces implicaba la eliminación de la convivencia con los niños, de alguna manera se veía como normal que el padre viera muy poco a sus hijos. Por otro lado, si a una madre la dejaban sin los niños era señalada socialmente como alguien que había hecho algo mal. Con la mentalidad de entonces no se concebía otra posibilidad”, explica.
Tengo la custodia, ¿tú qué tienes? Aunque no se concedan muchas custodias compartidas “oficiales”, el sistema de régimen de visitas adoptado en la actualidad por muchas parejas separadas se acerca a un modelo que podría recibir ese nombre, aunque la custodia sea para uno y el otro conserve una relación de convivencia mucho más intensa que las anticuadas cuatro visitas al mes. De hecho, no son pocos los abogados, asociaciones y psicólogos partidarios de la supresión del término custodia. Opinan que, al ver su solicitud rechazada, la pareja con hijos interpreta que uno de los cónyuges es de primera y el otro, de segunda; que uno ha ganado y el otro ha perdido. Con eso, aumenta la confrontación y los niños acaban siendo los mayores perjudicados. Y no son los únicos: hay un grupo creciente de hombres que sufren con la escasa convivencia con sus hijos. Algunas investigaciones psicológicas revelan una caída en la autoestima del padre o de la madre que se limita a estar con su hijo durante las visitas. “Se ven desposeídos de una serie de atributos como padres, no se atreven a imponer reglas, a cambiar las del otro, a interactuar con sus hijos. Se acercan a ellos con miedo. Esto provoca un deterioro en la relación y un mayor distanciamiento, lo que se corresponde con los famosos impagos de pensiones”, afirma la psicóloga jurídica Trinidad Bernal.
Cuando las cosas van mal Para los expertos, hay que diferenciar entre el incumplimiento del pago de alimentos y el de las visitas. “El dinero se puede obtener. El incumplimiento de visitas, sin embargo, es de difícil solución, porque es un problema de educación, de respeto a la ley y a los propios niños”, opina Zarraluqui. El abogado cuenta que ha visto a muchos adultos usar a sus hijos como coartada para incumplir el régimen de visitas. Ahí entra el polémico síndrome de alienación parental: “Le lavan el cerebro al niño diciendo que su padre no lo quiere. Y luego argumentan que es él quien no quiere ver al padre”, dice. Para las asociaciones de mujeres, que están contra la custodia compartida, el síndrome no existe. Ana Mª Pérez, presidenta de la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas, cree que esta custodia causa problemas psicológicos a los niños, algo que la psicóloga Trinidad Bernal no comparte: “No tiene por qué causar perjuicios al niño, sobre todo si se hace a edades tempranas. Acaban tomándolo como natural y tienen la satisfacción de estar con los dos progenitores”.
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