jueves, 15 de enero de 2009

Derechos e igualdad para todos

RAFAEL LUTZARDO Los abusos de poder, la violencia de género y la discriminación racial contra las personas, son las circunstancias y elementos que deberían de ser erradicada totalmente en todas las sociedades del mundo. Las personas tienen derechos y obligaciones; compromisos sociales y laborales en igualdad de condiciones. Todavía quedan personas que insisten en demostrar ese machismo ibérico que en otra época causó tanto miedo y dolor. Sin embargo, no descubro nada nuevo si digo que las actuales campañas que vienen ejerciendo los colectivos de mujeres maltratadas, donde reivindican justicia, derechos, respeto y no a la violencia de género, están basadas mediáticamente en un pluralismo general contra los hombres. Es cierto, que las mujeres vienen sufriendo la discriminación, abusos y violencia desde que el mundo aceptó a los primeros seres humanos. Pero muchos hombres del actual siglo XXI no tienen culpa de ese pasado clásico histórico; de esas guerras contemporáneas mundiales y civiles de aquella Europa machista, torturadora y asesina. Sin duda, la mujer tiene los mismos derechos que el hombre; debe y tiene que ser respetada en cualquier sociedad que presuma de ser igualitarias para todas las personas. Sin embargo, el hombre maltratado existe. No es un nuevo concepto, ni una nueva expresión, ni un símbolo, ni un ejemplo. El maltrato a hombres es una realidad, igual de feroz que el maltrato a mujeres. La sociedad, y por tanto las leyes hechas a su medida, no ha querido mantener un concepto de violencia familiar que englobara todos los maltratos que tienen lugar en el seno de una familia, sin distinguir según el sexo de la víctima. La violencia en el ámbito familiar está prevista en el Código Penal español, pero existe una poderosa corriente social que pretende reducir el término "violencia" a la que ejercen los hombres y padecen las mujeres, negando así cualquier opción a que la situación sea la opuesta. Contrario a todo principio de igualdad y de presunción de inocencia, así ha quedado reflejado en la actual Ley Integral contra la Violencia de Género. Naturalmente esta situación conduce inexorablemente a una discriminación cada vez más aguda e insostenible, que no sólo no evita el maltrato sufrido ni por hombres ni por mujeres, sino que además genera una situación propicia para dotar a las mujeres maltratadoras de un arma nueva y muy poderosa contra los hombres: las denuncias falsas. Puesto que la presunción de inocencia de un hombre acusado de malos tratos está cuanto menos muy en entredicho, una denuncia falsa provoca la detención del hombre, su puesta a disposición judicial y con frecuencia la prisión preventiva, con la única esperanza posible del sobreseimiento del caso, que llegará sólo en el mejor de los casos. Pero la presión social a la que están sometidos los jueces es tan grande que la inocencia absoluta no asegura a los hombres la libre absolución en un caso en que no hay pruebas contra él, como debería obligar la presunción de inocencia que existe desde el Derecho Romano ("in dubio pro reo") y que aparece en el artículo 24.2 de nuestra Constitución. De tal modo que una mujer puede maltratar al hombre con absoluta impunidad, amparada en el sistema judicial. ¡No más violencia de genero contra las mujeres!. Pero también quiero lo mismo para los hombres.

1 comentario:

ĭçoŋoçlast@.·´¯`·.¸ dijo...

Tienes toda la razón y el gran reto del siglo 21 es acabar con el hembrismo que permea las leyes de nuestra sociedad.

Los hombres debemos crear conciencia de género.