miércoles, 14 de enero de 2009

SOLDADITO ESPAÑOL EN DOBLE CONFLICTO...

Soy un soldadito español. Tengo un doble conflicto, bélico e interpretativo. Estoy metido en un fregado, en Afganistán o en Líbano, al que la ministra llama conflicto. Y el nuevo código de conducta de la ministra me pide que aplique el principio de distinción, pedante término (para pedanterías estoy yo ahora) que me obliga a distinguir entre combatientes y no combatientes. En aplicación del principio, lo primero que tengo claro es que yo soy un combatiente, que el ejército no es una ONG, y que mi misión (la mía) es salir vivo de este fregado y cobrar a fin de mes. Antes mi vida que la de cualquier desconocido, llamado el enemigo, aunque sea un niño, una mujer o un gato. En caso de duda, primero dispara y luego pregunta, y aun después aplica el principio de distinción y todo lo que haga falta, así ha sido siempre y así será en todos los conflictos.El llamado por la ministra principio de limitación también está bien. Me impide emplear algunas armas repugnantes, según la ministra, para la conciencia moderna, la de la ministra. Qué lástima que la ministra no pueda imponer el principio de limitación también al enemigo. Yo no puedo emplear ciertas armas, para que la ministra, tan pacifista ella, tenga la conciencia tranquila, pero el enemigo sí que puede. Puestos así, ¿por qué no disolvemos el ejército? O dejamos de jugar todos, o se rompe la baraja. Es lo que yo digo. Leo un libro, de un tal Machiavelo, que me aconseja ser un hijoputa, que no respete la palabra dada (por cierto, es lo que hacen los políticos). Y comenta el autor: este principio, en sí, no es bueno. Pero como los otros príncipes tampoco te respetarán la palabra que te han dado a ti, por eso mismo tú tampoco tienes que respetársela a ellos. Si esas son las reglas de la paz o diplomacia, como Machiavelo constata, que no impone, y así ha seguido siendo después de él, no entiendo nada. Ahora resulta que hay que ser malos, maquiavélicos, en la paz y buenos, unos angelitos, en la guerra.Además, en el nuevo código de conducta de la ministra está la revisión del principio de obediencia. Ya no estoy obligado a obedecer a mis jefes, si lo que me ordenan es delito. Pero claro, qué es delito y qué no, en el ejército, en acción de guerra, es algo orientador y aproximativo, igual que los temarios para entrar a la banda de música militar, de hace unos años. Había una prueba de cultura general: la unificación política de Italia y Alemania, pero cuando me presenté me preguntaron la lista de los reyes godos. Objeté que era "delito" saltarse el programa y un militar chusquero me contestó: "ah, bueno, pero es que el temario que habíamos indicado era sólo orientador y aproximativo. " Y el sargento chusquero tenía razón. Matar, por ejemplo, es un delito contemplado en el código civil (y aún en la ley de dios) pero en el ejército nos dedicamos precisamente a matar al enemigo. Además, dice también el código de la Sra. Chacón que, cuando en una misión bélica, me ordenen un delito, primero tengo que obedecer y luego puedo objetar. Así cometeré delitos con la conciencia tranquila. Antes de venir aquí en misión humanitaria, estuve en el cine. Vi una vieja película: Un crimen te convierte en criminal, mil en un héroe. Eso decían en ella. Lo decía un tal Charles Chaplin, Monsieur Verdoux, con una amarga ironía. Pero cuánta razón tenía el puñetero.Con estos nuevos principios (de distinción y de limitación), más la revisión del viejo principio de obediencia, la intención es que nuestro ejército no emprenda acciones desproporcionadas, como dicen ZP y Chacón que las cometen los malos contra los extranjeros. Ahora, los israelíes. Antes y ahora, los yanquis en Iraq. Pero para acción desproporcionada, alentada por el propio Zapatero, la del Estado Español contra sus propios ciudadanos, con esa ley patriótica que impide darle una colleja a tu hijo, merced a la cual, una madre jiennense estará alejada de su hijo (y viceversa) durante mucho tiempo. Esa era la opinión, en un reciente artículo sobre educación en El País, de una voz tan autorizada y poco sospechosa como la del juez de menores de Granada Emilio Calatayud, que la sentencia era desproporcionada: "Supongo que la condena se ha fundamentado en el artículo 173, pero quizá habría que volver a redactarlo."
Para no hablar de la ley de la que no se puede hablar, mediante la cual primero se dispara y luego se pregunta, es decir, primero, de manera automática y protocolaria, se ejercen penas (como la de alejamiento) contra cualquier varón denunciado por su mujer o ex mujer y luego se averigua, lo que propicia las denuncias falsas, que tanto daño están haciendo a la ley y a las verdaderas víctimas (pues las denuncias falsas ocupan recursos necesarios –y escasos- para atenderlas).
Pero lo progre es socavar el principio de autoridad. Se le ha quitado autoridad a los maestros, se le ha quitado a los padres y ahora se le quita a los mandos militares. También, durante la revolución rusa, puestos a quitar autoridad, se le quitó a los músicos, haciendo que las orquestas tocaran sin director. Paradójicamente, la supuesta abolición del principio de autoridad, lo que trajo consigo fue la dictadura: caos, abusos, miseria y pensamiento único (tanto en las orquestas como en el resto de la sociedad soviética). Sólo soy soldadito raso. No lo digo por mandar. Pero hasta yo me doy cuenta de todo eso. Francisco Rubio

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