lunes, 23 de febrero de 2009

Eleuterio Sánchez: «Llevo más de dos años sin ver a mi hija por expreso deseo de su madre»

-Un juez de Sevilla sostiene que el 86% de las denuncias por maltrato de género no responden a situaciones de violencia...
-Ha sido un juez de familia, que ve muchos casos todos los días. En las desavenencias de pareja ambos levantan la voz, eso está en la naturaleza de las cosas; el hombre no denuncia esos casos, normalmente.
-¿Una denuncia en falso a usted, que pasó tantos años en la cárcel, es doblemente injusta?
-Sí, me han hecho muchísimo daño a todos los niveles, familiar, personal, emotivo, económico. Mi trayectoria de cuarenta años ahí está, tengo equilibrio y sé vivir en libertad, como cualquiera. Pero soy el más malo entre los malos desde que se me denunció. A la espera de un simple juicio de faltas, uno está imputado tres años. Me repugna la idea de la violencia, y si es de género mucho más.
-El mismo juez dice que esas denuncias falsas no se persiguen pese a que a quien perjudican más es a las maltratadas de verdad.
-Ha puesto el dedo en la llaga. La ley (de violencia de género) se aprobó en caliente y aunque es bienintencionada tiene muchos fallos. En cuanto se le denuncia, el hombre queda despojado de todo lo que fue su vida anterior.
-¡Quién le iba a decir que iba a estar tan cerca de un juez!
-Sí, ciertamente (Risas). Ya no es sorprendente porque mi vida dio un giro de 180 grados. Tengo 66 años, he leído, estudiado y madurado mucho.
-¿Esas denuncias falsas quedan impunes?
-Eso hace mucho daño al colectivo de las maltratadas. La jueza Sanahuja es una mujer malentendida, creen que favorece a los hombres y es al revés; ella trata de que la ley se aplique bien, que no se expulse a los hombres de su medio y se les deje en el filo de la navaja, donde se tiene un precario equilibrio y se pueden ir a un lado o a otro. Para que la ley tenga prestigio se debe de actuar de inmediato cuando la denuncia sea falsa. A mí no se me han respetado ni los derechos constitucionales. Así, el espíritu de la ley se erosiona y queda maltrecho, y difícilmente la ley será eficaz.
-¿En qué se parece un proceso por maltrato de género a un proceso sumarísimo del franquismo?
-Es una terrible paradoja que he vivido. Con Franco se me aplicó una ley político-represiva en procedimiento sumarísimo sin ser yo político, y con la democracia también me aplican una ley especial, que no tiene en cuenta la presunción de inocencia ni valora los hechos de manera bilateral. Por suerte he quedado resarcido en la parte penal, y ahora espero que también en la civil. Quiero ser un hombre con una vejez normal y no verme durmiendo en un cajero. Lo que he ganado con seis libros y con las películas, en vez de buscar la «dolce vita», lo invertí en inmuebles en Sevilla. Salí de la cárcel con 45 años, sin cotizar la Seguridad Social. Me preparé mi jubilación con esos inmuebles. A nombre de mi mujer, de la que estaba profundamente enamorado, puse tres inmuebles de manera privativa, aún en detrimento de mis otros tres hijos. Ella se fue voluntariamente del hogar familiar con mis hijos, a un lugar desconocido. Lo único a mi nombre es mi casa de Tomares y también dicen que tiene que ser para ella, que ya tiene tres. Mientras, yo no me puedo jubilar con 66 años.
-¿En estos tres años ha sufrido más que en toda su vida?
-Sí. En aquella época sufrí como un animal, pero la ignorancia y la juventud hacía que no captaras las cosas en toda su dimensión. Ahora me han dado en la línea de flotación, en mi familia. En lo físico soy una roca, pero en lo sentimental me hundo.
-¿Y sus hijos?
-A mi niña, de quince años, hace más de dos años que no la veo por expreso deseo de su madre. Con mi hijo, que ya está en la universidad, no tengo ningún problema.
-¿Qué delito es peor, privar a unos hijos de su padre o el peor que usted haya cometido?
-El daño mayor que me ha hecho esta mujer es privarme de ver a mi hija. Siempre quise tener una hija y el quinto, al final, fue una niña, y ahora no puedo verla. Una buena madre debe facilitar la relación con el padre.
-¿Qué les diría a los padres y abuelos privados de sus hijos y sus nietos?
-No hay más receta que luchar y no rendirse, porque al final los jueces también son humanos. Yo no he puesto demanda porque rechazo frontalmente la idea de que sea un juez quien diga que debo ver a mi hija. Espero que mi hija diga que qué barbaridad es ésta cuando cumpla años.
-¿La cárcel es buen sitio para estudiar?
-De ninguna manera. Hace falta más tesón, orgullo, constancia, perseverancia y determinación que en otro sitio porque los estímulos te los tienes que inventar tú.
-¿No ha ejercido el Derecho?
-No, hice pinitos en los barrios marginales de Madrid para explicarles sus derechos a la gente. Pero entendí que lo mío no tenía salida, porque estudié Penal y estoy en desacuerdo con los delitos contra la propiedad, a los que habría que contestar con más oportunidades y dejar la cárcel como último recurso. La cárcel se clava en el alma, es algo a perpetuidad.
-Mario Conde le habló a los presos, como hizo usted...
-Así es. Ahora estoy escribiendo un libro sobre los regímenes abiertos, porque de las cuatro paredes a las cárceles les sobran tres.
-¿Ha influido en su trabajo la denuncia falsa?
-Antes vendía mis libros como churros y han dejado de venderse. Daba dos o tres conferencias al mes y me pedían artículos constantemente. Todo eso se ha acabado, aunque a raíz de la sentencia de la falsa denuncia se está retomando. Fui a dar una conferencia a Badajoz y las feministas la reventaron. Han destrozado mi medio económico. Se ha confundido la parte por el todo, como era maltratador no era digno de nada, ¿y qué pasa ahora que no soy maltratador, sino víctima?

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