Cada día se celebran en España 552 matrimonios y se producen 376 rupturas, pero existe otro fenómeno que escapa a la estadística oficial: las nuevas parejas formadas por separados o divorciados. Decenas de miles de hombres y mujeres integran ese club de los segundos/as esposos/as, tras embarcarse en una nueva relación con los lastres que les dejó la primera y los que lleva puestos la segunda pareja. Acarrean básicamente cargas económicas que dificultan rehacer la vida y que se arrastrarán muchos años, pero no sólo eso. La nueva situación afecta a las relaciones con los hijos anteriores, de unos y otros, así como con los ex maridos y ex esposas y demás familiares.
No existe un perfil definido de segunda pareja, aunque las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística referidas a 2007 ofrecen alguna pista. Aquel año se celebraron en España 201.579 matrimonios, de los que 110.507 fueron eclesiásticos y 91.072, civiles. El 10,6% de los hombres que pasaron por la vicaría o el juzgado eran divorciados, y en el caso de las mujeres fue el 9,5%.
La edad más frecuente entre los hombres que se divorcian oscila entre los 40 y los 49 años (34%), igual que ocurre con ellas, aunque con un porcentaje algo menor (30,6%). Las mujeres suelen ser más jóvenes que ellos, se casen por primera o por segunda vez o simplemente sean pareja de hecho.
Cristina Tenas tenía 31 años cuando le conoció en Granada. Con 37 años, era padre de un hijo de siete. Le pidió que fuera a vivir con él a Palma de Mallorca, donde está destinado como funcionario, y ella lo dejó todo, excepto a su perro. Después de tres años de convivencia se acaban de casar. "Esta vez sí. Somos felices y lo queríamos celebrar así", explica ella.
El divorcio de Tenas fue amistoso. No había hijos de por medio y, además, cedió en el precio para facilitar la venta de su parte de la vivienda propiedad de ambos. La ruptura del nuevo esposo fue mucho más complicada, con denuncias constantes de la ex mujer por supuestos malos tratos y un reguero de discusiones cuyas consecuencias acababa pagando muchas veces el niño.
La situación de Tenas ilustra el deseo de muchas de esas mujeres por ser madres, los apuros económicos para serlo y la discriminación legal que padecen. "Con lo que le queda a él después de pagar la pensión y la hipoteca, más los gastos de abogados, no nos lo podemos plantear", explica Tenas, aunque ella también trabaje. "Él está discriminado por ser hombre y yo soy una mujer de segunda categoría por ser su pareja".
Otro caso más lacerante fue el de Elena Porras, obligada por un juez a ayudar a pagar la pensión de alimentos que le corresponde a su nueva pareja. Nunca se le permitió declarar en un juicio, pero la justicia sí que se acordó de ella para pagar, aunque, al final, la Audiencia Provincial de Girona acabó anulando esa obligación. "Parece que sólo tienen derechos sobre los hijos los progenitores custodios y que los demás no pintamos nada", dice la mujer.
Núria Sauné es otro caso parecido, divorciada hace 14 años. Ahora tiene una nueva pareja y reclama su derecho para demostrar que "podemos ser tan buenas o malas como las primeras". Tenas, Porras y Sauné dejaron de lamentarse hace meses y fundaron la Asociación de Mujeres por la Igualdad y la Custodia Compartida porque consideran que la única solución para cambiar la realidad pasa por modificar las leyes. "Si se pregona tanta igualdad, hagámoslo de verdad y separemos las economías y los bienes materiales de los niños cuando se rompe una pareja", dicen.
El juez de familia de Málaga José Luis Utrera considera que se debería regular ese fenómeno creciente de las familias reconstituidas. "Como siempre, el legislador va por detrás. No se trataría de otra cosa que de reconocer que se puede ser un buen padrastro o madrastra, por emplear términos que todo el mundo entiende", explica. "Lo que no puede ser es que un hombre o una mujer le diga al hijo de su nueva pareja que quite los pies de la mesa y que el niño le mande callar recordándole que no es nadie", añade Utrera.
La abogada de Barcelona Lourdes Checa ha tramitado decenas de divorcios en su carrera profesional y tiene claro que "cada uno tiene que estar en su sitio". En su opinión, "no se debe confundir nunca el compromiso con ese nuevo grupo humano con el que está conviviendo con el ejercicio de la patria potestad, que eso corresponde al padre o a la madre".
"Las segundas esposas sufren violencia, acogen con paciencia a hijos que no parieron pero a los que ofrecen su afecto y aguantan desplantes. Son un grupo silencioso que, junto con los abuelos, nadie incluye en sus programas, ni se consideran en el proceloso río del divorcio", apostilla el psicólogo cordobés José Manuel Aguilar, autor del libro Tenemos que hablar. Cómo evitar los daños del divorcio.
En 2008 se rompieron en España 131.060 parejas, frente a las 141.304 del año 2007. La duración media de un matrimonio es de 15 años y cinco meses. Los que acabaron separados son los que más duraron (19 años y cuatro meses), mientras que las uniones religiosas que finalizaron con la anulación son las más breves (casi nueve años). Los divorciados se sitúan a mitad de camino.
Los abogados matrimonialistas tienen claro que la crisis ha acabado con la imparable tendencia alcista de los últimos años y que sus clientes se lo piensan ahora un poco más antes de romper. La inmensa mayoría de las rupturas (121.814) fueron divorcios, pues desde la reforma del Código Civil de 2005 es muy minoritario pasar por esa fase intermedia que es la separación.
La sentencia judicial de divorcio al uso que se dicta en España atribuye a la mujer la custodia de los hijos, una pensión de alimentos y el uso de la vivienda. Es decir, que de entrada sale beneficiada en aplicación del artículo 96 del Código Civil, que atribuye la vivienda al cónyuge custodio. O sea, a las mujeres en más del 95% de los casos.
"El año pasado tuvieron que irse de su casa más de 70.000 hombres y el 80% no tenían medios para poder pagar una nueva vivienda", explica Justo Sáenz, presidente de la Confederación Estatal de Madres y Padres Separados. En muchos casos, la pareja no se pone de acuerdo para vender el que fue su domicilio familiar y eso impide pasar página y facilitar la compra de una vivienda que se ajuste más a las nuevas necesidades. La consecuencia es que ella sigue disfrutando de la casa mientras tiene los hijos y él sigue pagando la mitad de la hipoteca de una vivienda en la que no habita, a no ser que ceda a la presión y la acabe malvendiendo para levantar cabeza.
Eso coloca a decenas de miles de hombres en una situación de asfixia económica, asegura Sáenz, al punto de que a muchos no les queda más remedio que regresar con sus padres, ir a vivir a casa de un amigo o acabar en condiciones cochambrosas. Como Jon, un bilbaíno al que denunció su ex mujer en 1992 por hechos supuestamente ocurridos cuando estaba en Madrid. "La denuncia fue archivada, pero yo tuve que salir por piernas", explica. "Un amigo me dejó una habitación, luego me metí en un piso de protección oficial, mis padres me ayudaron y así volví a empezar", recuerda.
"A la larga las mujeres acaban siendo las perjudicadas por ese trato inicialmente favorable en el divorcio", relata Sáenz. "Y es que cuando el hombre deja de pagar la hipoteca de la que fue su casa y los hijos ya se han independizado, muchos solicitan la división de la cosa común y ellas tienen que elegir entre comprar la vivienda al valor de mercado de entonces o perderla y que salga a subasta". Jon tiene claro qué es lo que va a hacer en cuanto pueda y su hijo se independice.
"Cada vez nos llegan más casos de mujeres mayores de 55 años que se divorciaron hace tiempo y que ahora no tienen dinero para comprarle a su ex la otra mitad, por lo que la casa acaba saliendo a subasta. Con lo que ella obtiene no puede meterse en un nuevo piso, ahora los bancos no les dan un préstamo y muchas no tienen derecho ni a vivienda de protección oficial por su salario", explica Sáenz. Es una situación que, según dice, se está extendiendo a todas las capas sociales.
Y es que convertir la vivienda en moneda de cambio tiene sus riesgos. La situación de paro en la que están quedando muchos hombres les está llevando a dejar de pagar la mitad de la hipoteca de aquella casa. "Como ella no puede hacer frente a toda la cuota, se dan casos en que le acaba perdonando la pensión de alimentos de los hijos a cambio de que pague su parte para no perder la casa", relata Sáenz.
Pero más allá de hijos, viviendas y otros lastres, el divorcio deja, en muchas ocasiones, secuelas irreversibles. "¿Qué atractivo tengo yo como separado para una mujer? Soy incapaz de hacerla reír porque todavía no me he recuperado de la ruptura y no tengo bienes", explica Francisco Zugasti, que dedica la mayor parte de su tiempo a la asociación Projusticia, "defensora de la verdadera igualdad entre las personas, sean hombres o mujeres".
1 comentario:
Publicado en www.custodiapaterna.org sección noticias el pasado 23.06.09
Un saludo
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