La demanda estaba terminada. Estaba sentado en mi despacho, frente a mí. Se había mostrado conforme con el trabajo realizado, pero su mirada era triste. Tengo que reconocer que hubo algo en aquellos ojos que me conmovió. El lo notó, pero no dijimos nada, simplemente nos miramos y sonreímos, las palabras sobraban.
Habíamos pasado toda la tarde ultimando esa interminable demanda en la que solicitábamos la custodia compartida de sus hijos. Yo me había esmerado en conseguir una redacción de los hechos que reflejaran su situación familiar, y había recopilado todo tipo de argumentos jurídicos y jurisprudencia que avalaban nuestras peticiones. Pero en ese momento, la demanda dejó de importarme.
De manera inconsciente, dejé de ocupar mi sillón de abogada y me puse en la piel de quien ocupaba el sillón del otro lado de mi mesa. Tenía frente a mí a un ser humano agotado por una lucha que desde hacía años lidiaba contra su ex por la custodia de sus hijos, o mejor dicho, por dejar de ser un padre visitador-pagador. Su propósito no era otro que, a pesar de haberse divorciado, lo dejaran seguir estando presente en la vida de sus hijos: "Yo quiero seguir siendo padre de mis hijos los 365 días del año".
Entonces reparé en lo duro que tiene que ser llamar a la puerta de un abogado, contarle tu vida a una persona que acabas de conocer, y tratar de explicarle los motivos por los que quieres conseguir la custodia. Y ahí comienza el juicio, o mejor dicho, el enjuiciamiento sobre lo buen padre o madre que eres. ¡Menuda misión!: demostrarle a todos, empezando por tu propio abogado, que eres digno de compartir la custodia de tus hijos.
Quienes nos dedicamos a estos menesteres sabemos que, para decidir sobre la custodia, es importante mantener los hábitos que los hijos han tenido antes de la ruptura, siendo vital demostrar qué progenitor se ha encargado del cuidado diario de los hijos. Los abogados acudimos al Juzgado cargados de pruebas para acreditar obviedades. Y, realmente, tengo que reconocer que hay situaciones que rayan el ridículo, y es que, ¿cómo acreditar quién bañaba y les daba la cena a los niños?, ¿y quién le leía los cuentos por la noche? Recabamos certificados de los colegios, para demostrar que fulanito o menganita siempre han mostrado una actitud responsable en la educación de sus hijos; del pediatra, para que diga quién los ha llevado al médico; llamamos a declarar a la empleada de hogar; y a la vecina, para que testifique sobre quién llevaba a los niños al parque. Y la verdad es que, ¡es todo tan subjetivo!, y lo de los vecinos --dicho sea de paso-- a veces resulta hasta gracioso, porque según sean propuestos por el padre o la madre podemos encontrar a medio bloque diciendo que siempre se veían a los hijos con el padre, o al otro medio diciendo que los veían con la madre.
Y lo más doloroso de todo son las posturas intransigentes que, sin fundamento alguno, adoptan muchos progenitores, o mejor dicho, con un fundamento inaceptable. Y ahí es cuando mezclamos a los niños con los intereses económicos. Me explico: muchas veces comparece la otra parte con una postura tajante: "Custodia compartida bajo ningún concepto", pero y ¿por qué? Si los dos son buenos con sus hijos y pueden cuidarlos igual que hacían antes, ¿por qué no una custodia compartida?. Lo curioso es que llegan a ofrecer un régimen de visitas muy amplio, incluso con pernoctas intersemanales, que viene a ser una custodia compartida, pero ¡el nombre importa! ¡Y tanto que importa!, ya que puede implicar que se pierda el privilegio de usar la vivienda familiar (el ladrillo también importa, y mucho), y también tiene repercusiones en la pensión de alimentos. Ahí radica la clave de muchos litigios por la custodia compartida.
Tan injusta y deleznable es la postura de un padre que la reclama solo para no pagar pensiones o no salir de la vivienda, como la de la madre que se opone a ella para no perder esos beneficios de índole económico. Esa intencionalidad muchas veces se pone de manifiesto en la fase probatoria del procedimiento, a través tanto de las testificales como del informe que realiza el equipo psico-social adscrito al Juzgado de Familia.
Me parece sumamente importante desvelar esa verdadera motivación por la que se pide la custodia compartida, e incluso a veces he pensado que, dadas las "tablas" de muchos justiciables y las artimañas empleadas, no estaría de más que se incluyera un nuevo medio probatorio consistente en un "detector de mentiras" o "la prueba del polígrafo" al estilo del que se usaba en aquel programa televisivo de La máquina de la verdad .
Todos estos, y muchos más, eran avatares que sabíamos que nos encontraríamos en la tramitación del proceso. Pero, ahora, la demanda estaba terminada. ¡Confíemos en la Justicia!, le dije. Solo así conseguí sacarle otra sonrisa, que intuí teñida de un poco de esperanza e ilusión y un mucho de resignación.
M DOLORES Azaustre
No hay comentarios:
Publicar un comentario