jueves, 26 de noviembre de 2009

¿Esclavo sexual y reo?

La evolución del hombre ha pasado de ser cazador, pescador, guardián de la familia, etc. a ser cazado, pescado, a que la familia le quite la guardia y a ser esclavo sexual y sin derechos ante la ley. Las mujeres podemos engendrar sin gozar y utilizar a los hombres en los juzgados, sin que nos molesten. En la actualidad, cuando una familia se deshace, el hombre carece de importancia. Si hay hijos de por medio, ¿quién se queda con la guardia y custodia? Evidentemente, la mujer en detrimento del hombre.

Y si además pretendemos que la figura del padre aparezca lo menos posible, hay quien poniendo falsas denuncias por malos tratos consiguen no sólo que el padre pague por mantener a los hijos, sino que además los vean lo menos posible, yendo así en perjuicio de personas que realmente tienen razones más que sobradas para actuar de esta manera, quedando así impunes ante los ojos de la sociedad.
¿Y qué pasa con estos padres que han sido falsamente denunciados y han actuado como verdaderos padres en el amplio sentido de la definición? Pues que pagan la manutención de los hijos y los ven exclusivamente cuando la ley lo permite.
El hombre, por el mero hecho de serlo, está desahuciado por la ley, las instituciones y la sociedad en sí misma. Cuando una pareja se separa y hay hijos de por medio, muy pocos hombres consiguen la guardia y custodia de los hijos. No nos damos cuenta de que nuestros hijos tienen el derecho de tener un padre y una madre por igual, y las instituciones, que tanto se vanaglorian de defender a los menores, no se dan cuenta o evitan hacerlo, de que los hijos tienen este derecho ante todo y sobre todo. ¿Por qué no ejercer, por ejemplo, la custodia compartida?
Cada vez se están dando más casos en los que la figura del padre corre el riesgo de desaparecer por completo, ya que por desavenencias con la ex pareja de turno se utiliza a los hijos como moneda de cambio y de chantaje emocional, vulnerando así los derechos de los hijos hacia el padre y del padre hacia los hijos.
Por cada vez que se produce una falsa denuncia por malos tratos en el juzgado, estamos haciendo un flaco favor a todas aquellas personas que realmente están sufriendo este tipo de agresiones.
Como mujer divorciada y con hijos, me pregunto: ¿qué podemos hacer ante esta barbarie? ¿Debemos quedarnos de brazos cruzados y consentir que se confunda la falsa violencia machista con la auténtica? ¿Debemos consentir que nuestros hijos no puedan ejercer el derecho de tener un padre y una madre por igual?
Blanca Escaño